lunes, 18 de junio de 2012

Ya no compro más excusas



Creo que ya es hora de decir abiertamente que estamos hartos de que nos vendan excusas y de hacer un valiente acto de autoevaluación para decidir por nosotros mismos, que vamos a dejar de comprarlas.
Cuando hablo de excusas, hablo de un sentimiento que tenemos arraigados los españolitos desde pequeños, que no sé cuándo se empezó a promulgar (por la historia quiero suponer que no siempre fuimos así) y que nos hace sentir ciudadanos del mundo de segunda per se. Parece que los primeros que no creemos en nosotros somos nosotros mismos y que no hace falta que la nueva “Dama de Hierro” (por cierto mal fundida en Germany) nos diga que nuestro carácter mediterráneo nos hace ser menos productivos, menos innovadores, menos trabajadores, menos emprendedores, más derrochadores, más fraudulentos, más corruptos… porque nosotros ya lo sabemos, es más, lo presumimos y lo llevamos a gala, porque todo eso se contrarresta con sangría, sol, farolillos y Julio Iglesias. Pues ya no me lo trago más.
Nadie me va a negar, que nos hace gracia el que con sesenta años ha cotizado diez días, cuenta chistes por la tele y vive como Dios; que tenemos envidia del que ha dado un pelotazo empresarial estafando al estado y a sus trabajadores, que por tener dinero suficiente para untar, no pisa la cárcel o la visita de turismo; que cualquiera se cambiaría por el primo de su cuñado que es funcionario y no le conoce ni el bedel del edificio donde trabaja; que queremos que nuestro hijo sea futbolista y que nuestra hija se “preñe” de Cristiano Ronaldo; que odiamos profundamente a los políticos, pero que si yo estuviese ahí haría lo mismo… ¿Nadie me va a negar esto verdad? Pues no me lo negaréis porque todos estos pensamientos y actos los tenemos en lo más profundo de nuestro ADN ibérico. Pero si nos ponemos a pensar, muy muy pocos quieren ser así. Pocos queremos ser así porque sabemos que no está bien y porque “Risitas” hay dos o tres y además nadie lo quisiéramos como hermano; porque el pelotazo te hace rico de momento, pero un desgraciado para toda tu vida; porque todos hemos jugado en la calle o en el cole con chavales mejores que Soldado, Torres o Busquets, pero que por un mal día nunca llegaron a nada; porque ser el suegro de Cristiano Ronaldo por unos meses te hace ser el que le limpie el coche y el que le sirva para dar limosna de vez en cuando; porque el que roba siendo político, es porque ha robado toda su puñetera vida…
No nos pongamos más excusas para no crecer, para no salir adelante, para vivir en la comodidad nuestra y en la austeridad de nuestros hijos. Es posible cambiar nuestro futuro con la ayuda y el trabajo de todos y tenemos un ejemplo magnífico delante de nuestros ojos y no lo queremos ver.
Yo tengo la edad suficiente para haber escuchado cada dos años durante más de dos décadas aquella famosa expresión de “la maldición de los cuartos”. Siempre nos quedábamos apeados en esa fase, porque tenía que ser así y cuando no era un codazo de Tassoti, era un árbitro egipcio o si no un penalti a las nubes. Lo cierto y verdad es que esa expresión estaba tan asumida como todas las que antes enumeré. Pues hubo una persona que llegó el día en el que no se la creyó. Una persona tipical spanish, con fama de juerguista, borracho y gracioso, que cambió para siempre la historia del fútbol español. Fue el Sabio de Hortaleza, el que creyó en una idea, trabajó y luchó por ella, no escuchó con qué acento hablaban los trabajadores que tenía a su lado, echó a aquellos que no querían comprometerse y sobre todo, lo hizo eliminando de su ADN lo que tantas veces había escuchado y desoyendo el desaliento de la propia hinchada. Así fue como se cambió una costumbre de décadas, así fue como cambió la mentalidad y la acción de un país en algo tan insignificante y tan significativo a la vez como el fútbol.
Pero ahí no queda la cosa, porque después de aquel gurú de chándal, llegó uno con bigote. Ni más ni menos español, totalmente diferente en su forma de actuar, pero con la misma visión y misión. Otro habría cambiado las reglas y los planos, pero Don Vicente, español de esos correctos, educados, trabajadores… (como muchos de nosotros), desoyó de nuevo a los desalentadores, a los pesimistas, a los agoreros y llevó a un grupo de españoles, con una columna vertebral catalanista, con varios vascos con apellidos impronunciables, con un andaluz que era el que más mandaba y eso que ni jugaba, con un madrileño en la portería que es un referente de todos menos de chulería, con una canario que no jugó lo que debía pero que nunca se quejó, con dos porteros que sabían que nunca jugarían y que eran los que estaban más contentos, con un pequeño sevillano que dejó atrás sus traumas, con un delantero que se quitó media rodilla para poder luchar… a conquistar la copa del mundo.
Y sí que nos hace mucha ilusión la estrellita, las copas y los documentales con música de coldplay, pero no somos conscientes que esas dos personas, apoyándose en españoles como nosotros (algunos más catalanistas, otros más españolistas y pocos andalucistas, la verdad) han cambiado la mentalidad y la forma de actuar de todo un país. Y nosotros seguimos aquí creyéndonos nuestros propios tópicos, nuestras propias mentiras y echando las culpas al vecino de nuestros males cuando no hemos hecho ni el intento de levantarnos a ver qué pasaba.
Pues sí, yo ya he dejado (o estoy intentando) de creerme mis excusas, de creer a los telediarios cuando nos dan malos consejos, por supuesto he dejado de echarle cuenta a los políticos y he decidido ser lo que quiero ser, con mis medios y con los medios de quien yo crea y quiera que se una a mis objetivos. Yo ya no compro excusas, invierto esos gastos en la ilusión de ser mejor persona y en poder ayudar a todo el que esté a mi alcance. Con esta mentalidad sé que podré ganar todas las estrellas que me proponga.