martes, 19 de julio de 2016

A la espera



Seguramente cada día de mi vida, después de poner en funcionamiento mi lento y desfasado motor de vitalidad, siempre esperé algo de la luna. Pienso que más o menos vivía y hacía, con la esperanza de que al anochecer se vieran recompensadas mis absurdas y bíblicas flagelaciones. Es triste reconocer que la mayoría de tardes, cuando se aproximaba la oscuridad y empezaba a aflorar la ilusión de la sorpresa, si juzgaba el merecimiento de una noche mágica según los méritos de ese día, siempre salía condenado a la mísera nada. Y nunca eso me frenó para repetir el mismo ritual día tras día, verano tras verano, purgatorio tras purgatorio. Ya no vivo así todos los días. Ha habido muchos días que incluso no he querido levantarme porque esperaba que la noche me trajese una tormenta. Es más, hubo miles de tormentas seguidas. Y lo peor es que mientras las escuchaba llegar, nunca creí que fueran merecidas.

lunes, 20 de junio de 2016

Donde se siente el mar


Donde se siente el mar.

Siéntate y empieza a sentirte.
Háblale, dile, déjate oír.
Búscate en él y te verás.
Observa, disfruta cómo navega en ti
y no te pedirá nada, nunca
y a veces te hará reír,
pero otras ves cómo se emociona y...
cállate, mírale, ofrécele un
gracias por estar ahí.

                                              A Juan.

miércoles, 11 de mayo de 2016

miércoles, 4 de mayo de 2016

Mientras todo era mentira

Nunca me sentí libre. Pero mientras tanto era alegre. Nunca eché de menos el mar, hasta que mis lágrimas me recordaron a él. Yo reía y ahogaba las penas en la pena. Nunca estuve lo suficientemente solo, ni lo poco acompañado que quise. Todo era excesivo en mí, aunque yo seguía riendo. Nunca les dije las cosas a la cara y sin embargo, no perdonaba al espejo. Y seguí viviendo allí donde las cosas duelen más o duelen menos, porque no son las cosas reales. Y me creí rodeado de reyes y reinas a las que cual bufón elegido, tenía que mantener siempre alegres y protegidos. Un bufón con ínfulas de curandero superdotado. Y vivía feliz, porque nunca me permití que me vieran triste.