lunes, 14 de diciembre de 2009

Todo el mundo quiere a Sara. Entrega V


... la parroquia de San Pedro, sólo fue la primera parada de un abrupto viaje lleno de curvas sin quitamiedos y bares de carretera.
El párroco don Joaquín, después de oficiar la misa de 8.30 (ante todo estaban las apariencias), se encargó de hacer un par de llamadas para que Sara (es el nombre que ponía en la servilleta que encontraron entre sus ropas) pasara a manos de los servicios sociales municipales. Después de verificar que, aunque un poco desatendida, Sara estaba en perfecto estado de salud, pasó a engrosar una larga lista de posibles futuros hijos e hijas que sin pedirlo ni quererlo buscaban la caridad de personas que andasen sobradas de ella.
Fueron 305 días después, con los ojos ya verdes, cuando Sara por fin durmió en un regazo materno. Desde entonces nunca más lloró. Ni le quedaban lágrimas, ni pensó que algo fuese tan terrible como para recordar lo vivido...

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