miércoles, 10 de marzo de 2010

Me dejas, te dejo


Si no te has preguntado nunca si prefieres dejar a tu pareja o que ella te deje a ti, has llegado al sitio adecuado para preguntártelo, aunque no te aseguro que una vez leído esto puedas responderlo.

Si preguntásemos esto por la calle a transeúntes ensimismados, estoy seguro que una abrumadora mayoría respondería que preferiría dejar antes que ser dejado.

Dicen eso porque piensan en la pena del olvidado, en la impotencia del mudo, en la rabia del despreciado o, por qué no, en el cabrón o en la hija de perra que se está tirando a su pareja. Piensan en el abandono como si fuese un atentado contra la integridad de uno mismo, como en un callejón sin salida, como en un punto de no retorno. Y no piensan que esa persona no quiere estar más con ella o con él, no piensan que la persona a la que tanto dicen querer puede que esté sufriendo cuando la besa, no piensan que un adiós en un esquina puede convertirse en un hola dos calles más arriba.

¿Y qué piensa el despiadado cabrón (sinceramente solemos ser nosotros por eso de la cultura mediterránea u occidental o la que sea) que deja a su pareja después de muchas lunas de hiel?

Pues la mayoría pensaría que está pensando en tirarse a algún zorrón, en vivir la vida o simplemente piensa en uno mismo. Y no sabemos que puede sentirse hundido por ver a su niña llorar, que puede encontrarse perdido porque sin su apoyo no sabría caminar, puede incluso que piense que nadie merece estar con un persona como él (todo en masculino por aquello de la mayoría de "cabrones").

Pues sí, por imaginarme por un momento cómo me podría sentir dejando y lo que podría sentir dejado, no tengo ni la más mínima duda de que preferiría que me dejasen, que me repudiasen, que me ignorasen, a ser yo el que tuviera que decir adiós.

Pd. Y tú ¿qué prefieres?

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