martes, 31 de julio de 2012

Todo el mundo quiere a Sara. Última entrega




... Cinco años y pico tardó en abandonar el convento. Antes, ya había acudido a una psiquiatra por recomendación de la hermana superiora, pero esa médico no hizo más que alentar sus ganas de apartarse más del mundo. Esa soledad impuesta y esas caras de alegría de sus hermanas subsaharianas y centroeuropeas, que no se reflejaban en ella ni un solo instante, le hicieron huir hacia adelante y tomar la última escapatoria en su vida. Una calurosa noche de primavera, como aquella en la que todo comenzó, Sara colgó su hábito de la misma forma que actuó toda su vida, intentando no hacer ruido y dejando una nota de agradecimiento sincero a aquellas mujeres que la intentaron ayudar pero que nunca lo consiguieron. Sara creyó, que despojarse de toda pertenencia material y de todo afecto humano sería la única salida para encontrarse consigo misma y para no sentirse desgraciada en las miradas de la gente. Ése fue su error durante toda su vida, darlo todo sin pedir nunca nada y sobre todo, darse cuenta de que la gente (menos su abuela) solo la querían para sentirse felices a su lado.


Es por eso por lo que Sara vaga hoy sin rumbo y sin conciencia, sin ataduras ni esperanzas. Hay personas que la conocieron y que ahora cuando la ven en el banco de su plaza favorita, sienten compasión de ella. Compasión... pero nunca la quisieron.

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